Pero la semántica y la decencia política no son el fuerte de los populares vileros, ni mucho menos del concejal carroñero que los apoya, ya que adherirse y apropiarse no significan, ni mucho menos, lo mismo. Después de tales declaraciones, y con fecha 1º de septiembre, el concejal de Hacienda, apoderándose del texto de dicha propuesta, la hace suya y la tramita con la pretensión de que sea presentada como propia y votada en el próximo pleno. La apropiación, podríamos decir que indebida, del susodicho concejal de Hacienda se produce (véanse las fechas) después de que el 30 de agosto, un informe de Tesorería sobre dicha propuesta termine en la mesa del concejal y no en manos de los grupos de la oposición a quienes iba evidentemente dirigida.
Ante tal actuación de estos cuatreros de la política, parece que la desfachatez es el único blasón que adorna a unos personajes que siguen viviendo del trabajo de otros compañeros de consistorio, vendiéndolo como propio. Pero en todo este ejemplo de filibusterismo político falta añadir otro elemento importante, como es la lamentable imagen de un alcalde que proclama adherirse a una propuesta de la oposición, y cambia de parecer cuando su concejal-Rasputín, ejerciendo sus notorias malas artes, le convence de que su actuación, posiblemente prevaricadora, es la que más le conviene en el terreno de la gestión política. Así las cosas, que Dios proteja a la Vila de unos representantes municipales como los del Partido Popular, embarcados en la pendiente de un creciente desprestigio y manipulados por ambiciosos advenedizos sin ningún tipo de escrúpulos.