Ni Camps, ni Melero, ni ...
Es lamentable que ante noticias que salen en la prensa que deberían ponernos los pelos de punta, a la mayoría de los ciudadanos les dejan ya casi indiferentes. No es cierto: se trata de un mecanismo de defensa, de distanciamiento hacia algo que nos provoca extrema repulsa y no queremos que nos afecte anímicamente. Pero lo hace de todos modos, porque como mínimo provoca angustia, un hastío que a muchos les hace pensar, y decir, que todos los políticos son iguales, que todos son unos sinvergüenzas, que todos van a sacar algo, a enriquecerse... Esto no es así. No todos son iguales. Lo sabemos. Lo que pasa es que a esos que sí son así, les conviene que circule esta teoría y de esa manera la gente está como embelesada. No reacciona. Levanta los hombres y comenta que ya nada le sorprende.
Debemos reaccionar y no admitir el fraude ni a los fraudulentos. No hacerlo supondría admitir el fracaso de la democracia y del Estado de Derecho, y sobretodo nuestra esencia de ser seres humanos. Ninguna doctrina ni ley es necesaria para que sepamos qué no debemos admitir. El abuso, el tráfico de influencias, el uso de cargo público en beneficio personal, la estafa, ... no nos puede dejar indiferentes. No nos deja indiferentes y lo podemos evitar, al menos, en las urnas.
E.E.